Urbanismo feminista, construyendo pueblos y ciudades del futuro

Durante estos últimos años se habla mucho de urbanismo feminista, pero ¿qué es exactamente y qué implica?

Como afirma Jan Gehl en «Cities for people», el patriarcado, influenciado por la industrialización y el capitalismo, ha supuesto un arma letal para el desarrollo sostenible y la vida de las personas en las ciudades y pueblos, especialmente para las mujeres, a través de las nuevas ideologías de planificación urbana del siglo XX. Estas ideologías de planificación
dominantes han estado en manos de hombres, siendo el resultado pueblos y ciudades diseñadas bajo una única perspectiva ficticia de “ser humano”: la de un hombre caucásico de mediana edad, de 1,80m. de altura, con trabajo remunerado, el cual se desplaza en coche privado, y que está al frente de una familia convencional.

Ha sido ampliamente demostrado que, debido a la socialización diferenciada, los hábitos de movilidad de hombres y mujeres son distintos. Mientras los varones suelen realizar recorridos lineales (trabajo-vivienda), nosotras solemos realizar recorridos poligonales mucho más complejos, que responden a las necesidades de las tareas reproductivas y de cuidados, asumidas mayoritariamente por las mujeres. Además, ellos suelen utilizar vehículo privado, mientras nosotras nos movemos a pie o con transporte público. Urbanismo feminista, en este caso, sería tener en cuenta la movilidad de los cuidados en la planificación urbana, lo cual no solo incluye la perspectiva de las mujeres, sino que tiene en cuenta la de todas las personas, es decir, es mejorar en accesibilidad y diversidad.

También se ha demostrado que las mujeres no vivimos el espacio público con autonomía y libertad, dado que pueblos y ciudades están llenas de obstáculos físicos y psicológicos que condicionan nuestros recorridos y aumentan nuestra sensación de inseguridad. ¿Quién de nosotras no ha pasado miedo al pasear cerca de grandes aparcamientos, polígonos industriales, edificios abandonados, solares con malas hiervas y, aún más, de noche? Podríamos decir entonces que urbanismo feminista
también significa crear espacios de convivencia que aporten seguridad al barrio y al municipio, mejorar el grado de iluminación y de visibilidad de ciertas zonas y mejorar el mantenimiento y limpieza del espacio público y de las fachadas de los edificios de pueblos y ciudades, es decir, progresar en convivencia y en seguridad.

Pero, ¿cómo se hace todo esto? Está claro que sin la participación de las mujeres en el ámbito del urbanismo y la arquitectura no llegaremos nunca a hacer urbanismo feminista, pero antes debemos combatir la creencia generalizada de que los temas que nos preocupan a las mujeres no son de interés comunitario ni público, dado que son asuntos personales, familiares y, por tanto, privados. Se evidencia la necesidad de construir espacios de empoderamiento de mujeres en el ámbito de la participación política y social, creando círculos donde trabajar la confianza y la toma de conciencia para mostrar la importancia que tienen nuestras opiniones y preocupaciones para la vida cotidiana de la comunidad y, por ello, para hacer urbanismo feminista.

En resumen, urbanismo feminista significa diseñar nuevos modelos de planificación urbana que respondan a principios como la perspectiva de género, la accesibilidad, la democratización de los cuidados y la diversidad, así como participación activa de las mujeres en dicha planificación. Urbanismo feminista es poner en el centro de toda planificación la vida de las personas y tener en cuenta el uso que cada persona va a realizar del espacio público, creando pueblos y ciudades inclusivas, accesibles, diversas, seguras y sostenibles.

Como decía Jane Jacobs en «Vida y muerte de las grandes ciudades»: Las ciudades tienen la capacidad de aportar algo a todo el mundo, solo porque y solo cuando sean creadas por todo el mundo (Jacobs, 1960).

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